martes, 9 de septiembre de 2025

EL OTRO SUR

 Este inicio de temporada arrancamos EL TINTERO DE ORO con un micro ( 250 palabras). Y en esta ocasion es Merche la que nos convoca con un reto en el que refiramos de agun modo una obra de arte.

Yo he escogido el séptimo, aunque la mayoría ha escogido el tercero, incluso hay un noveno. 

La película es la del cartel a la que he cambiado el final, 

 

Nunca conseguí odiar a papá; ni cuando supe todo. A mamá, en cambio, sí. A tía también. Eran como el resto de personas que conocía. Papá no era así. Papa era como yo. Tenía aquella fuerza…

          Me enseñó a manejar el péndulo. Un día fuimos a buscar agua para unos labriegos. “Les presento a Estrella, la zahorí más joven de España”.  Tras cavar unos días, allí estaba el agua.

Pero no todo era bueno. En realidad casi todo era malo. Papá era del sur; en casa no se hablaba del sur. Nunca.

          Un día papá se fue. Al sur. Allí había otra mujer. Nadie fue a por él. El último año había sido un alma en pena. Una sombra de lo que fue. Su fuerza se había ido al sur un año antes.

          Fuimos a vivir al norte. Mamá se fue muriendo de pena. En eso empezó a parecerse al último papá; quizás por eso deje de odiarla. La cuidé hasta el fin.

+++

Cuando bajé del tren en Sevilla entendí al sur. El lugar y la gente eran diferentes, pero tampoco eran como papá.

―Abuelo, esta señora te busca.

Mi padre estaba cabizbajo en un banco, derrotado. Levantó la cabeza hasta que la boina le dejó ver el anillo con una estrella que me regaló de niña. Solté el péndulo que volteó hasta quedar completamente fijo.

―Si no querías que te encontrara, no debiste enseñarme a usarlo…

―Estrella…

Me senté con él.

―¿Fuiste feliz?

―Es difícil ser feliz.

―Ya.

 

AQUÍ encontrareis el resto de artes

 

martes, 2 de septiembre de 2025

COMO UNA CABRA EN UN GARAJE

Esta semana nos convoca NEOGEMINIS con un tema muy interesante. Todos nos hemos encontrado desubicados en algún momento. El titulo se refiera al ejemplo que se suele mencionar para definir la propia desubicación. Lo que pasa dentro no me ocurrió a mí, ni a nadie que yo conozca; aún.

  

AQUÍ encontraréis otros personajes perdidos.

 

 

          Dániel iba un pelín tarde aquella mañana. Bajó al segundo sótano dispuesto a salir a toda leche en su flamante todoterreno nuevo. Cuando se dirigía hacia él, escuchó unos pasos apresurados; de alguien con tacones, mucho más ruidosos que sus deportivas. Echó un vistazo, sin parar de avanzar, por sobre de todos los vehículos que atiborraban la planta, pero no vio a nadie. Cuando se disponía a franquear la última hilera de coches antes de alcanzar el suyo, una cabra salió por detrás del último. Ni siquiera le miró. Siguió su camino que al parecer terminaba encima del capó del todoterreno de Dániel.

          La sorpresa fue inferior al enfado de ver su nuevo vehículo abollado. La cabra intentó subirse a lo más alto del coche, que estaba a escasos veinte centímetros del techo del aparcamiento. Finalmente desistió, se recostó sobre el capó, y entonces sí que miró a Daniel.

          Pensó en bracear y gritarle para espantarla, pero se dio cuenta de que en aquella situación, la protectora civilización estaba comprometida. Recordó que vio en un documental, que las cabras son los menos domésticos de los animales domésticos. Intentó un acercamiento lento sin tener demasiado claro cuál sería su acción si llegaba a la altura de la puerta del vehículo sin que la cabra se soliviantara. No hizo falta porque la cabra se soliviantó. Se volvió a levantar y repicó con sus tacones sobre el capó. Aquello dolió más que una cornada. Se retiró despacio, y se deslizó entre las hileras de coches hasta alcanzar la rampa.

          Entonces escuchó que otro vehículo subía desde un nivel inferior. Lo paró poniéndose delante:

          ―Por favor, por favor, hay una cabra ahí sobre mi coche y no me deja salir. ―Tras repasar sus palabras pensó que quizás su argumentación resultaba poco verosímil. Entonces puso sus manos junto a sus sienes apuntando con los índices haca el techo. Comprendió que la situación no iba a mejorar. A todo esto, el conductor no bajaba la ventanilla, sin duda atemorizado, y no por la cabra―. Por favor, súbame hasta arriba, que aquí no hay cobertura.

          El conductor bajó finalmente la ventanilla, mientras continuaba hacia los niveles superiores:

          ―Es que llevo bastante prisa, pero tranquilo que cuando llegué arriba, avisaré a la policía.

          “Este cabrón no me inspira la más mínima confianza”, pensó Dániel.

          Subió a pie por la rampa, maniobra que le costó más de lo acostumbrado. Estaba mucho más empinada de lo que recordaba. Incluso tuvo que ayudarse de las manos. Al llegar a la salida de peatones del primer sótano, la puerta se abrió antes de que Dániel pudiera hacerlo, y allí estaba la autoridad perfectamente uniformada. El agente lo miró de arriba abajo antes de hablar:

          ―Está usted… ―Se quitó la gorra descubriendo su par de cuernos― ...fuera de lugar… ―Luego le miró el pecho, y percibiendo la falta de tetas, el boque acusó―: …, Hombre.

 

martes, 26 de agosto de 2025

UN PEQUEÑO RODEO

 Esta semana nos convoca TRAZY con un tema ecologista de los que todos podemos hacer algo. 

El plástico y su indestructibilidad.

Aquí está lo que se me ha ocurrido.

Y AQUI lo que se les ha ocurrido a los demás.

 

                  “Damas y caballeros, ahora vamos a dar lo que se llama un pequeño rodeo. Solo será una semana”.

                  Todos y todas quedaron atónitos; más por ignorancia que por sorpresa.

          ―Perdón, contramaestre ―apuntó una de las damas tras hacer un análisis concienzudo de los galones del que, los y las interpelaba―. He buscado lo que es un rodeo, y acompañado del verbo “dar”, es un ejercicio penoso que no se practica hace más de doscientos años. ¿Estamos obligados a ejercitarlo?

          ―Dama Démerzel, debe comprender que esto es un viaje de época, y debemos adaptarnos… ―Hizo una pausa para buscar la expresión adecuada― …a las duras y a las maduras.

          ―Conforme. Y el rodeo que hemos de dar,  ¿es a esa isla que vislumbramos a proa?

          ―Exactamente.

          ―Y el rodeo que hemos de dar ¿va a durar una semana? Tengo entendido que el transpacífico en el que viajamos es del siglo XX. Tiene motores ¿O van a hacernos remar como en el siglo XVIII? ―Todos los que estaban en cubierta aplaudieron.

          ―No le falta razón, dama Démerzel. Los motores funcionarán a plena potencia para reducir el tiempo, porque el espectáculo que ofrece la isla es poco variado. Tardaremos una semana en rodear la isla.

          ―¿Nos está diciendo que la isla… ―Calculó en silencio durante un segundo― es del tamaño del continente Oceánico?

          ―Aproximadamente.

          ―¿Y porque no aparece en los mapas? ¿Podríamos visitarla aunque su paisaje no sea en exceso variado? ¿O tiene algún otro inconveniente?

          ―Verá dama Démerzel. No aparece en los mapas porque no es una isla como la que se representa en los mapas. No puede visitarse porque no es sólida. Se hundirían tanto las damas como los caballeros al poner pie en ella, porque no es de tierra. Es de plástico flotante. Para ser más concreto, de plásticos flotantes.

          ―¿Cómo se han acumulado tantos plásticos? ―preguntó uno sin hacer mucho esfuerzo por pensarlo antes.

          ―Las corrientes marinas los van reuniendo aquí, pero provienen de los desechos que los habitantes del siglo XX arrojaron a mares y ríos de todo el planeta. Desde entonces no crece pero tampoco podemos eliminarla.

          ―¿Y todos esos peces muertos que rodean la isla?

          ―Son las primeras víctimas de la ingestión de plástico.

          No hubo ningún rumor de asombro ni de pena porque ninguno de ellos ni de ellas era demasiado empático. Ni empática.

          ―Sea, pues ―concedió la dama Démerzel que había tomado el papel de portavoz de todas y todos―. Llegaremos una semana tarde a disfrutar de las playas de Hawái. Estos malditos humanos y humanas, ni extintos dejan de sorprender.

          Todos y todas rieron y aplaudieron.




lunes, 18 de agosto de 2025

TAN, TAN, TAN...

 Esta semana nos convocan Patricia y Rosana desde su blog ARTESANOS DE LA PALABRA, con un reto oloroso. Ese sentido evocador que heredamos de los reptiles.

Se trata de urdir un relato en que el olor ancestral sea protagonista. A mi se me ha ocurrido lo siguiente:


AQUí podréis encontrar el reto de aromas. 


“Tal y como ya se les informó, el trayecto a partir de San Andrés-Arenal deberá realizarse en autocar, por sabotaje en las vías. Con el número de su billete podrán ver en las pantallas qué autocar les corresponde”.

          ¡Joder, qué marrón! Con los años que hace que no me subo a un autocar… Espero que no me toque el autocar D, de devolver… A ver, a ver… numero 350.750… autocar V. Bueno no me ha tocado del D. Ahora en los andenes veremos cómo son los autocares.

          Ah… pues son muy modernos. El D tenía muy buena pinta. R, S, T, U… ¡Hostia puta! Son todos nuevos menos el V. Aquel amarillo crema asqueroso con rayas verde oliva. Como los del colegio. ¡Qué asco! Intentaré no respirar muy… Puaj, que asco. Huele igual que el del cole. Se me ha ido instintivamente la mano al bolsillo, como de crio, pero claro no llevo “bolsa de arrojar”. ¡Qué nombre tan estúpido!

          Pero ahora ya soy un adulto. Y he viajado mucho, aunque es verdad que no en autocar, precisamente porque… ¡Hostia, la V de vomitar! No lo había pensado.

          Es increíble como hay aun autocares de estos, con este repugnante olor a gasoil mal quemado, mezclado con el del eskay recalentado de los asientos marrones, y el calor recirculado que sale por los zócalos dorados que rodean este engendro del pasado.

          Pero esta vez no voy a sucumbir. Un tío de cuarenta años a merced… Uuugh, la segunda arcada. Esta vez me ha subido un poco de ácido. Menos mal que ya llegamos. Me voy a levantar para salir el primero… pero míralo, parece que me haya leído el pensamiento… Y otro más; ahora ni el segundo. El tercero. Ufff, al mover el aire, parece que todos se hubieran sentado de golpe y saliera todo ese olor rancio de los asientos por debajo, y el conductor hubiera dado un acelerón de humo negro, hubiera aumentado la velocidad del ventilador de la calefacción, todo a la vez y al mismo tiempo.

          ¡Ya ha parado! ¿Pero qué hace ese que no baja? ¡Qué tío tan, tan, tan…

          ―¡Venga, hombre, baje ya de una vez ―Por maleducado que parezca no me he podido contener.

          …tan, tan, tan…

          ―Tranquilo, que es un hombre mayor ―Contemporiza el segundo, hasta que―: Uy, ¿Qué es este líquido caliente que me baja por la pantorrilla?

          … tan lento.

          ―Venga, hombre. No se entretenga usted también ahora, que hay más gente esperando para bajar ―le azuzo limpiándome la boca.



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